Sólo el pasar del tiempo medió tregua,
ante esta embarcación de mil palabras,
todos los corales que bebían de tus
aguas,
y esotéricamente el sentirte me hechizaba,
El extraño sabor a marina brisa,
mil botellas con tu nombre sibilante,
bendecidas con tu trémula sonrisa,
flotantes en lo incierto del instante.
Viejo y raído navío,
que golpea olas acechante,
desparece todo este frío,
y el profundo abismo irrelevante.
Y ya en la costa sobre arena,
la marea tu silueta siempre viste,
y esa espuma que me drena cada vena,
sobre cada suspiro en que estuviste.
Fabrizio A.
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